El origen de un mundo, del mundo silente contenido por Ex Teresa Arte Actual, tiene lugar en el carmelo del antiguo convento de San José y el templo de Santa Teresa la Antigua, situado actualmente en su patio externo. Ajeno en nuestros días a los límites del museo, late como ruina de un ambiente espiritual extinto. Si el jardín es un microcosmos que simboliza lo divino y la relación humana con un más allá, el cuerpo de Marta María Pérez Bravo es una metáfora de lo sagrado y lo profano: canaliza prácticas de santería cubana en un contexto cuyo origen se remonta a una devoción católica. El encuentro entre el cuerpo de la artista y este antiguo templo invoca aquella atmósfera de cuidado y fascinación que las monjas reclusas mantenían con el jardín, para dar pie a un repertorio de gestualidades que brotan como memorias de las ánimas de carne y los cuerpos etéreos que alguna vez habitaron este umbral.
El cuerpo de la artista aparece performáticamente por medio de acciones sencillas y evocativas, donde los gestos de su corporalidad fragmentada nos recuerdan las reliquias del mundo católico, y donde los velos que lo cubren representan una dimensión mística que se oculta y devela ante nuestra mirada. Un símbolo es una verdad donde confluye una dimensión cultual con otra cultural, la cual se desplaza de intenciones corporales mínimas a tableros vivientes que aluden a la antigua vida conventual de este espacio. Dentro de tiempos sincrónicos, los afectos se desdoblan en un jardín corpóreo singular.
Aves: oración
El antiguo templo de Santa Teresa conserva su arquitectura secular, las huellas de su destino originario. Su fachada anuncia a cualquier caminante, la llegada a un espacio de devoción católica: silencioso y contemplativo, de reflexión interna y fe. Aquí el paseante ha llegado a un umbral. La renuncia a su individualidad aparece como posibilidad frente a un infinito inaprensible y espiritual. La publicidad situada en su exterior permite al visitante reconocer su vocación museística actual. Al entrar, encuentra una membrana visual que recubre sus paredes. Al igual que la memoria de los tejidos de un cuerpo, los espacios de este lugar rememoran sus usos devocionales para esta ocasión. Presencias anónimas se han dado encuentro, ubicando su atención en aquello compartido: vestigios espirituales y cotidianos evocados desde el cuerpo de Marta María Pérez Bravo. Ritos y desobediencias de las comunidades de veintiún monjas, que generacionalmente habitaron aquí desde el s. XVII hasta la clausura del espacio como templo católico en 1930, se colocan sobre el recinto a manera de memorias que se encuentran con su pasado. Dentro de esta atmósfera de silencio, de voces entregadas a la oración, las imágenes se sitúan como un vehículo de escucha de aquello inasible.
Narciso: mortificación
Prácticas de santería y espiritismo presentes en el imaginario de la obra de Marta María Pérez Bravo, hibridan en este contexto con experiencias místicas del cuerpo y rituales de iniciación católica. Su interés por la dimensión espiritual y la religión yoruba se traduce en performances realizados para la cámara, registrados en imágenes fijas y videos donde fragmentos de su cuerpo aparecen congelados a manera de fotogramas y en ritmos que responden a una concepción mística y contemplativa del tiempo. Las imágenes de Marta María encapsulan así, un tiempo que también sugiere el arte sacro alojado en este templo. Ambas producciones buscan reconfigurar nuestro modo de acceder a lo sensible, nos colocan desde nuestra finitud frente al mundo, se deslizan sobre nuestros cuerpos como mantos que recubren nuestros momentos de vulnerabilidad y pérdida; mientras que la impronta de sus creadores sobre estas imágenes desdobla una segunda huella: la que se activa en los observadores cuando se comparte cierta religiosidad.
Las instalaciones de la artista realizadas ex profeso para esta muestra, Peticiones: compuesta por el rastro de velas derretidas; Pecados: conjunto de ostias; Deseos: cúmulo de espinas naturales, remiten a votos de mujeres dedicadas a la búsqueda de vidas virtuosas, cuyo camino a la santidad se encuentra envuelto por la mortificación y el ascetismo. En el video Lágrimas verticales (2019) observamos el derretimiento de una vela suspendida en un ambiente completamente a obscuras, donde la cera derretida se eleva como posible metáfora de un sufrimiento en soledad, cuyo motivo es acceder, a través de la penitencia y entrega, a una dimensión espiritual.
Mariposas: contemplación
El mundo del arte ha retomado del religioso una actitud contemplativa. La dimensión de los fragmentos corporales aquí expuestos ha rebasado la proporción humana como un recordatorio de su cualidad simbólica: los gestos que observamos no representan a un individuo, sino a una comunidad de religiosas cuya iconografía corporal es reunida en un montaje visual. Las imágenes son traslúcidas y buscan mimetizarse sobre la superficie que las sostiene, encontrando su sitio; son espejo al evocar el contexto frente a ellas, y reconocen en su reflejo; se convierten en condensaciones de afectos al reunir representaciones de los deseos y penitencias de sus antiguas habitantes.
Manantial: gracia
Marta María busca una mirilla para acercarse al pasado. Situadas en los nichos laterales de la Capilla de Nuestro Señor de Santa Teresa, una sucesión de manos proyectadas que acarician, golpean, rascan y pellizcan, recorren la superficie arquitectónica como si se tratara de un cuerpo. Días de silencio (2019) agrupa diecinueve acciones de duración mínima donde se sugiere el contacto físico entre las religiosas y su relación con el cuerpo. La dimensión de las manos frente a los retablos y vitrales de esta capilla, subvierten la jerarquía de las imágenes de orden religioso. Conviviendo con siluetas de santos desvanecidos por el transcurrir del tiempo, los gestos de Marta María recuerdan aquello olvidado dentro de la historia del templo: el día a día de las monjas carmelitas. Actos cotidianos de las devotas cobran dimensión frente a sucesos excepcionales de los mitos religiosos que permanecen como la piel de este recinto.
Las imágenes peregrinas de la artista encuentran aquí un soporte, un contexto donde las imágenes son recordatorios del transcurrir efímero de la vida. Esta instalación compuesta por fotografías, videos y objetos, dan cuenta del imaginario que ha creado la autora, acogido aquí por su interés por comprender otras vidas. Un jardín compuesto por una mímica donde cada movimiento corporal es comprendido en su correspondencia con un tiempo y un espacio, donde lo que vemos de una imagen refiere a aquello que la rodea.
César González-Aguirre
José de Ibarra (firmada), El Divino Esposo, Ciudad de México, óleo sobre tela, 1727, Convento de Santa Teresa la Nueva, México D.F., 110 x 170 cm. Fotografía: Mario Sarmiento. Relación de inscripciones y transcripción. **
1. Entre Flores d Virtudes,/ Almas el Señor repoza,/ Mas advertid q el Amor,/ A todas las haze hermosas.
2. Almas vosotras q veis/ Esta Belleza tan rara,/ Mirad que es grande locura,/ El no resolverse a amarla.
3. Penas, anclas, y congojas/ Miedos, sustos, y dolores,/ Como Esté Jesus contento,/ Todo es suavidad, y Flores.
4. Entre estas flores q miras,/ Y quantas el campo ostenta,/ Es JESVS Galan Divino,/ La mas singular, y Bella.
5. Con mi sangre te redimi.
6. Heristeme el Corazon.
7. Azucenas: Pureza/ Castidad/ Recta Intención.
8. Azucena en mano: Memoria/ Entendimiento/ Voluntad.
9. *Claveles: Amor.
10. *Lirios: Padecer (se acompañan por símbolos pasionarios).
11. *Narciso: Mortificación.
12. Follaje de los árboles: Fe/ Esperanza/ Caridad.
13. *Aves: Oración.
14. *Mariposas: Contemplación.
15. Corona: Amor.
16. Manantial: Gracia.
* La identificación de estos elementos no se señala en la imagen pues se trata de presencias numerosas.
** La presente imagen es un referente iconográfico que conserva cierta sensibilidad y espiritualidad de la orden de las Carmelitas descalzas. Este texto hace uso del fondo metafórico de dicha pintura para trazar vínculos entre pulsiones propias de la orden religiosa, y la obra de Marta María Pérez Bravo.