Hay que saber llamar. Un recorrido por la obra de Marta María Pérez Bravo
Un recorrido por la obra de Marta María Pérez Bravo Esta exhibición reúne tres décadas de la trayectoria de Marta María Pérez Bravo (La Habana, Cuba, 1959), artista visual cuya obra explora el sincretismo del catolicismo con las religiones afrocubanas desde una gestualidad representada en fotografía y video; el espiritismo como una práctica que invoca los límites de la razón y nos acerca a lo inaprensible; y cierta mitología cubana que da cuenta de una herencia mística transmitida en saberes regionales y que nos permite mirar la excepcionalidad de vivencias místicas.
El discurso visual de la artista aborda las posibilidades técnicas del medio fotográfico, para representar y en otros casos manifestar, una dimensión espiritual que dialoga con su herencia cultural y que reflexiona en el papel de la imagen como herramienta de creencia y fe. En este recorrido, podemos convocar diferentes manifestaciones históricas de la imagen, para aproximarnos al universo simbólico de la autora. El pictorialismo fotográfico dialoga con las imágenes de Pérez Bravo por los usos pictóricos aplicados a la fotografía: la alteración premeditada del negativo para difuminar los bordes de la imagen, el contraste entre lo luminoso y lo sombrío, así como cierto velo brumoso que cubre la imagen fotografiada, son rasgos que permiten una interpretación psicológica que no documental, de lo que miramos. La secuencialidad del cine mudo y su cualidad silente, están presentes también en la obra en video de esta artista, donde la gestualidad ocupa un lugar protagónico en la representación: un conjunto de gestos mínimos, pero simbólicamente significativos, codifican un concepto que busca transmitirse a la audiencia que interpreta estas imágenes. Por su parte, las reliquias propias a la imaginería religiosa son otros referentes que nos permiten entender la obra de Pérez Bravo, en el uso de la fragmentación corporal como recurso ritual.
Marta María Pérez Bravo es una exponente clave a nivel internacional, del arte producido desde Latinoamérica: el Caribe y México, cuya labor dialoga con la historia del arte y la fotografía, desde aproximaciones en torno a lo ritual, el género, y la experimentación con el medio fotográfico. En esta ocasión, reunimos un conjunto de obras, cuya parte importante ha sido realizada en Monterrey durante la década de los años noventa y que permite entender el interés que tiene la artista en la relación simbólica con el mundo y el misticismo de la imagen, en el enigma como recurso imaginativo que escudriña en lo oculto y en la fotografía como un recurso de clarividencia. Podemos decir, que su obra, cuyo soporte ha sido reiteradamente su cuerpo, representa un mapa que cruza una historia de creencias propias a Cuba con la experiencia personal, y también un imaginario en torno al deseo por entender el mundo desde una subjetividad que transita entre la fe, el afecto y el cuerpo.
César González-Aguirre | Curador
Firmeza.
«Van y vienen nuestros muertos por el aire,
y no reposan hasta que no está su obra satisfecha».
José Martí.
Un símbolo es una verdad, retrato del cuerpo femenino en la vida conventual.
A los fantasmas no les preocupa la propiedad de los espacios. Son seres, en alguna medida, desterritorializados. En vez de sentir apego por un lugar, ellos desean aparecer, no importa dónde. Esa cualidad espectral permite que piezas que fueron elaboradas en espacios singulares, aparezcan en otros como si los hubiesen buscado desde un inicio. Los espectros fueron las primeras instalaciones: móviles, transitorias y eventuales; tal vez, los primeros curadores, que imaginaron las formas como un modo estratégico de existir.