por Yenny Hernández Valdés 27/02/2021 en Artistas, Destacados, Exposiciones, Notas 248
La galardonada con el Primer Premio de Fotografía en Nude´96, en Cuba (1996) estampó huella profunda en el devenir de la técnica fotográfica que predominaba en los años finiseculares del pasado siglo en la Isla. Como artista marcó pauta, consolidó un modus operandis que más tarde influyó en otros creadores. Ella, quien transforma ideas e inquietudes en imágenes sugerentes, transmite un concepto que más allá de manifestar la individualidad per se como sujeto creador, permite a una colectividad identificarse en las obras. Su poética es propia y su estilo fotográfico es singular. No es en balde entonces que cuando se habla de fotografía cubana, Marta María Pérez Bravo (La Habana, 1959) es un referente que sale a la luz, y que lleva implícito, aun después de treinta años de carrera, un sello creativo muy personal.
Estas líneas son un claro homenaje a una grande del gremio fotográfico cubano en el marco de una celebración que toma a la mujer como eje. Una mujer que supo dominar en concepto y técnica una manifestación peliaguda de matiz patriarcal; una fotógrafa que unificó e integró en el lenguaje artístico sus preocupaciones, su identidad, su género, su sexo, su cultura, y cocinó así su ajiaco propio: un proyecto artístico y de vida que se desdobla hoy en su marca particular.
En la fotografía de finales de los ochenta y la década de los noventa se advierte un viraje estético y conceptual considerable. Al calor de esta particular situación emergió Marta María Pérez, cuyo recurso discursivo y representativo por antonomasia, desde sus primeras exploraciones, fue su propia corporalidad, metamorfoseada a su antojo en cada intervención fotográfica. No solo en esta creadora, sino de manera general en la generación de fotógrafos de finales del milenio pasado, el cuerpo se convirtió en contenido y continente por excelencia, en el pretexto desde el cual partir y al cual regresar en la creación de aquellos artistas.
Pérez Bravo es una fotógrafa con una producción nutrida en conceptos y destreza técnica. A lo largo de su carrera hay una exquisita variedad de temáticas que aborda y traduce mediante la imagen fotográfica. Entre sus tópicos se encuentran la ritualidad e identidad de la cultura afrocubana, la racialidad, la maternidad, la muerte y vida del sujeto, y sus espacios de cotidianidad. Todos estos temas convergen en un mismo punto, y es que Marta María se autorrepresenta en sus piezas, toma su propia fisicidad y la manipula, la agrede, la transforma o la mutila para expresar su interés. Ella concibe y plantea el cuerpo como un referente misceláneo en identidades, como un constructo social a través del cual criticar e incidir sobre cuestionamientos que afectan a todos. Fue una de las primeras artistas que se autorretrató en el arte, y lo tomó como arma discursiva muy personal.
Hay algo que también es constante en la producción de esta artista. Y es que hay en ellos un trasfondo performático, una labor procesual implícita en lo que la obra recoge. Cada pieza conlleva una faena de trabajo ardua para su materialización. La escenografía, los aderezos, la incorporación para nada gratuita de objetos y sustancias orgánicas, forman parte esencial de un performance preconcebido, analizado y retratado. De este modo, hace un guiño al ojo humano y facilita elementos interesantes para la ulterior decodificación de la imagen.
Marta María no solo hace fotografía; también estudia, interpreta, interioriza en espíritu y alma lo que explora, lo lleva a su ritual de trabajo, y por último, lo congela en papel fotográfico. Es así que concibe una puesta en escena, y sin más testigos que su lente, hace sonar la claqueta/clic del obturador, y obtiene finalmente su capítulo fotográfico, en el que después cada cual encontrará su espacio de identificación social, el predio donde pululan símbolos que fascinan y mistifican, que se revelan o amortiguan según la realidad individual y cultural desde la que se mire. Es también una artista cuya producción ostenta un exquisito equilibrio compositivo, una riqueza de grises y halos blancos que seducen por mas hiriente que sea la imagen, con una estructura visual hábil y provocativa que revela estados de ánimo extremos. Su obra mortifica y desconcierta, y en ocasiones también serena y satisface.
El propio hecho de utilizar y reutilizar su cuerpo como herramienta de trabajo ha llevado a que en ocasiones fuese calificada como una fotógrafa feminista, por la propia relevancia que adquiere la representación femenina en su producción. Sin pretender ser absoluta, la obra de Marta María no nace con tales designios, ni su apoyatura discursiva toma fuerza en ese camino. Es una artista que vio en su propia corporalidad un recurso rico en simbologías y cuestionamientos. Vio en su sexo, su geografía anatómica y su identidad social, un balde en el cual condensar preocupaciones, sin necesidad de reparar en posturas de hombres y/o mujeres. Más allá de un posicionamiento feminista desde el arte, Marta María toma el lenguaje del arte para tocar la sensibilidad femenina.
Sus obras afirman lo anterior: encontramos la consciente fragmentación de su rostro, el vientre prominente en primer plano, un cuchillo que atemoriza la consecuencia de su acto, las cicatrices de un proceso natural a la vez que desgastante físicamente, la prenda que oprime, los gestos de un cuerpo que fabrican una ceremonia del temor, un letargo donde la ternura se torna amenaza y desasosiego. De este modo cuestiona uno de los estereotipos femeninos más vibrantes universalmente, y ofrece no solo una imagen, sino una visión demaquillada y real. Desmitifica así la concepción que la sociedad patriarcal ha potenciado sobre la reproducción y fertilidad femeninas.
Las obras de Marta María llaman la atención. La riqueza visual de una fotografía no radica en su semejanza a la realidad, sino en la capacidad de su gestor para apropiarse de ella y transformarla a su antojo. Que una imagen perturbe, mortifique, nos haga zozobrar, reír o llorar; que active los ánimos y cambie nuestro rumbo espiritual, indica que el andar de la creación marcha por buen camino. Convertir lo trivial en estético requiere ver más allá de lo real, pues le otorga una dimensión discursiva otra, colmada de signos e incertidumbres en la que el espectador puede sumergirse y pugnar o no con lo que ahí se encuentre.
Es el cuerpo el núcleo irradiador de sus ideas. No un cuerpo cualquiera. Es su cuerpo y sus transmutaciones. Es un cuerpo que asume el erotismo desde el ángulo en que lo proyecta: desde la virtualidad del sexo femenino y su condición de procreación, desde la dualidad del cuerpo hecho materia orgánica. Suspende el cuerpo como si levitara en una suerte de limbo generalmente de fondo blanco, le añade pequeños elementos y construye una estructura visual mínimal en componentes mas no en significaciones.
Durante toda su carrera ha sido el tema cuerpo el hilvanador de una serie con otra. Se adentra a través de su anatomía en regiones que se mueven en un vaivén entre lo febril, lo psicológico y lo surreal. Más que pretender anclarse en un tipo de fotografía puramente erótica o en el trillado discurso de género, Marta María reordena sus ideas, protagoniza fragmentos del cuerpo y discrimina la nitidez del rostro. Ella ensalza su identidad y subjetividad y aborda conceptos picantes vinculados siempre al comportamiento del sujeto, sus demonios y sus tribulaciones. Explora zonas sociales que permanecen en estado acomodativo y grácil, para hurgar en ellas y sensibilizar al respecto.